La Navidad nos trae alegría, felicidad y buenos sentimientos, por eso nos juntamos siempre con familiares que no vemos durante todo el año… Y por algo será.
En mi casa no pasa mucho porque no somos familia de juntar a setenta personas en Navidad, principalmente porque no cabríamos en el comedor; y porque tampoco somos tantos. Pero hay otras familias que criaron como conejos en las que son once hermanos y siete hermanas, cada uno de ellos tuvo sus cuatro o cinco churumbeles y ahora ya están teniendo nietos. Que se ven por la calle y no se saludan porque no retienen tantas caras. Todos ellos acuden a las cenas y comidas navideñas con sus respectivas parejas… ¿Sabéis lo que eso significa? Una sobredosis de CUÑAOS.
Cuñao no es lo mismo que cuñado, ojo. Un cuñao no sólo es el hermano de tu pareja, es además alguien que lo sabe todo. Es un experto en el “déjame a mí que tú no sabes”, el “a ver cómo te lo explico para que lo entiendas” y el “esto lo arreglo yo en un minuto”. El cuñao es alguien que sienta cátedra y “no hay más que hablar”.
Pero esto es muy relativo porque a la vez que él es tu cuñao, tú también lo eres suyo. Es una reciprocidad cuñadil muy peligrosa porque a la mínima puedes pasar de cuñado a cuñao sin siquiera haberte dado ni cuenta.
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